https://doi.org/10.60647/1hqf-c271
En el México antiguo Tláloc fue el Dios del Agua y Señor del Trueno. Su morada era el mundo subacuático denominado Tlálocan y representaba la fertilidad y las buenas cosechas. En el relato cosmogónico se narra que allí todo era abundancia y por supuesto no faltan los brotes de maíz, el alimento básico. También se creía que Tláloc habitaba en el Altepetl y que desde ahí creaba la lluvia. El Altepetl era considerado como un recipiente que se hallaba repleto de agua y que en épocas de lluvia la liberaba, mientras que durante la sequía la retenía. En náhuatl el vocablo atl signinifica agua y tépetl montaña o cerro.
El Altepetl también fue un término usado para referirse a “pueblo” o “cabecera”, que es entendido como el lugar desde donde se gobierna una región. Por ejemplo, en el Valle de Atlixco (en Puebla, México) Tláloc puede verse representado en el volcán Popocatépetl, es decir, la montaña que gobierna y de cuyos glaciares riega las tierras del valle, como el dador de las aguas. Cabe destacar que en náhuatl el nombre del volcán significa “humo-montaña” o “monte que humea” que viene de popocha y tepetl. Ahora bien, Atlixco, proviene de atl, ixtlatl y co, cuya traducción literal sería “agua-valle-lugar”, lo que significa “lugar del valle de agua”. Esto nos permite comprender que el origen geológico y cosmogónico de Atlixco es el agua.
En este sentido, en importante mencionar que la territorialidad de Atlixco está caracterizada por el agua y en esta subyace la idea de paisaje. Es decir, para entender la estructura del valle, tanto del pasado como del presente, es necesario conjugar territorio y agua en un solo concepto: paisaje del agua. Entonces el valle como paisaje del agua tiene un origen mitológico, histórico, geográfico y cultural en el líquido y su cauce baja del volcán Popocatépetl, atraviesa Atlixco y articula todo un patrimonio; donde cada uno de los elementos están intrínsecamente conectados, como si el arroyo fuera su columna vertebral.
Entonces, todos los bienes culturales están relacionados con el agua a través de una serie de instalaciones hidráulicas sobre el río que, aunque estas tienen un origen prehispánico, fue entre los siglos XIX y XX que se configuró una sucesión de patrimonios de carácter agrícola, industrial y urbano de primer orden que estructuran un paisaje del agua. Se han detectado presas de derivación en el río que abastecían en primera instancia a la ciudad y algunos pueblos; regaba las tierras de haciendas, ranchos y molinos; además de que hacía funcionar a fábricas textiles e hidroeléctricas. Es importante considerar que todos estos lugares son pequeñas unidades de paisajes dentro de una unidad más grade, como es el valle. Asimismo, todas estas unidades están enlazadas por una infraestructura constituida por cajas partidoras, canales, tuberías, acueductos, depósitos naturales y artificiales y tanques de reposo; es decir, todos estos son los elementos nodales de este sistema hidráulico.
Es importante aclarar que este breve trabajo es parte de una investigación más amplia y en proceso, que aborda todo este sistema hidráulico en el Valle de Atlixco. Se trata de un estudio soportado en un minucioso trabajo de campo y una sistemática investigación documental. Aquí solo haré mención que la tesis central de este estudio es: el paisaje del agua en el valle se consolida entre los años 1898, durante el Porfiriato, y 1928, durante la Revolución. Este periodo inicia con la creación de la Comisión Nacional del Agua, que coincide con la instalación del sistema hidráulico para la fábrica de Metepec, el cual fue el último proyecto de infraestructura en el territorio y termina con el Estudio de Reglamentación para el uso del agua del río Cantarranas del Valle de Atlixco, realizado por la Secretaría de Agricultura y Fomento de la República Mexicana. Aquí también describiré de manera general la estructura de esta columna vertebral que articula su patrimonio cultural.
Ahora bien, Atlixco es una región natural del estado de Puebla con una extensión de 3, 074 000 kilómetros cuadrados. Se localiza al suroeste de la capital poblana, en las inmediaciones de la Sierra Nevada. El clima es templado, con lluvias moderadas y suelos fértiles. De los pocos glaciares que quedan en las cumbres del volcán bajan los ríos que riegan el valle. Entre estos ríos se encuentra el Cantarranas, afluente del río Atoyac. Si bien es un territorio con gran diversidad en flora y fauna, debido a la intensiva actividad humana en la zona, ha perdido sus ecosistemas nativos y, en su lugar, la planicie está cubierta por cultivos, especialmente de gramíneas, cereales y flores, además de un desarrollo urbano disperso.
Por la abundancia de agua y a la fertilidad de las tierras el valle, durante el siglo XVI, fue denominado por Motolinía (franciscano fundador de la ciudad de Puebla) como “Val de Cristo” y se convirtió rápidamente en un importante asentamiento español. Una extensión considerable de las tierras irrigadas pasó a formar parte de propiedades privadas, quedando integradas a la ciudad y a las haciendas, los ranchos y los molinos, y posteriormente, entre los siglos XIX y XX, a las fábricas y plantas hidroeléctricas. Hoy, podemos afirmar que el paisaje del agua de Atlixco es un patrimonio cultural, que se preserva, aunque con muchas alteraciones. En algunos casos hay elementos que se encuentran en la ruina por el desuso, el abandono y las inclemencias del tiempo y en otros en buen estado de conservación y funcionamiento.
La columna vertebral del paisaje del agua inicia en el volcán Popocatépetl, con la formación de varias líneas de agua que escurren justo en dos barrancas que se unen aproximadamente a 1500 metros al Este de su cráter. Ahí se forma el cause del Cantarranas, que más adelante es dotado por el agua de dos manantiales (o aforos): el De la Peña y Axomulco, localizados en la margen derecha y luego una más: el Ahuehuete en la margen izquierda, donde empieza propiamente la corriente del río y concluye en su convergencia con un río más grande, el Nexapa. En su recorrido el cause recibe más volumen de líquido del río Tianguismanalco, izquierda y de los manantiales de Chignahuapan o de Metepec, en la margen derecha, y más adelante de los manantiales de Axocopan, a la derecha. Además, hay algunas barrancas que desaguan sólo en época de lluvia como las de Tenamaxtla y la Barranca Seca.
El río Cantarranas tiene una longitud total de 16.500 metros desde los primeros manantiales hasta su confluencia con el Nexapa. Los aforos en total (de la Peña, Axomulco, Ahuahuete, Chignahuapan, Metepec y Axocopan, más el río Tianguismanalco) suman 2.389 m³ diarios de agua. El volumen promedio tiene total anual de 75 339 285 m³. De este total las unidades de paisaje aprovecharon, en el periodo de estudio, 58,680,000 m³. En relación con las presas conectadas al cauce, que se cuentan diecisiete, son barreras que embalsaban el agua primero para elevar su nivel y luego para derivarla a los llamados aprovechamientos o unidades. Estas derivaciones en el río Cantarranas estaban articuladas, también por diecisiete cajas partidoras y a su vez a diecisiete vasos de depósito, naturales y artificiales (Jagüeyes), a cincuenta canales, abiertos y cerrados, a siete tuberías, a un acueducto elevado y a dos tanques de reposo.
Las presas de derivación abastecían en primera instancia a la ciudad de Atlixco, considerada como una unidad con un rico acervo de bienes culturales (prehispánicos, virreinales y modernos) y a seis (San Baltazar Atlimeyaya, San Pedro Atlixco, Metepec, La Trinidad Tepango, San Diego Acapulco y Santa Ana Coatepec); regaba las tierras de diez haciendas (Cabrera, Xalpatlaco, La Alfonsina, Cantarranas, Tlacoxcalco, La Sabana, El Cristo Grande, San Diego La Blanca, Xahuentla y La Concepción), once ranchos (Gamboa, Del Bosque, Las Tablas, Cotzala, Acatzingo, Las Ánimas, El Cristo Chico, Los Chautlas, Castillotla, Tronconal y Tlayehualco) y un molino de trigo (San Mateo); además de que hacía funcionar a seis plantas hidroeléctricas (San Pedro, Metepec, Gavito 1, Gavito 2, Díaz Rubin 1 y Díaz Rubin 2) y seis fábricas textiles (Metepec, El León, El Volcán, La Carolina, La Concepción y El Carmen).
Para terminar, se considera que es necesario hacer la reflexión de que el agua es un bien y no un recurso y para ello se requiere de una visión territorial renovada capaz de asumir una responsabilidad social hacia su gestión. Asimismo, es necesario un análisis que vaya más allá de lo geográfico, es decir debemos pensar que el concepto paisaje y en particular paisaje del agua y sus componentes históricos, sociales y económicos nos deben llevar a su defensa y protección, porque es un patrimonio de todas y todos que permite la generación de una ciudanía más consiente de su importancia, tanto para la vida como para la consolidación de de la identidad.