Generar una mejor experiencia, vital, individual y colectiva respecto a la ciencia y que el conocimiento científico contribuya a nuestra vida y sociedad es el objetivo que busco alcanzar cuando practico la comunicación de la ciencia. No obstante ejercer esta disciplina requiere de una formación de habilidades que permita que las audiencias se interesen y adquieran curiosidad por los temas científicos.
Por esta razón, es importante atender la complejidad que involucra comunicar ciencia, ya que implica una variedad de objetivos, recursos y personas implicadas entre quien comunica y recibe. En el caso de las matemáticas, tal y como comento en la entrevista que publicó la Universidad Autónoma de México hace unos años, es necesario entender que poseen su propio mundo, el cual en ocasiones no está conectado con el que las ciencias buscan explicar. Si bien las matemáticas representan un lenguaje a través del cual la ciencia interpreta el mundo, no sólo son eso, también pueden ser vistas como un edificio que contiene cuartos, pasillos y tesoros. Entre estos tesoros se pueden emplear como herramientas para conocer, inventar o explicar el mundo. De ahí que conciba que el matemático es tanto un inventor como un artista, como un músico que desarrolla melodías que nadie había escuchado con anterioridad.
En este sentido, ejercer la comunicación de la ciencia resulta más que una labor una oportunidad para que los científicos podamos abrir el foco, visualizar y comprender cosas que no hubieran sido posible vislumbrarlas de no comunicar la ciencia. Por eso puedo afirmar que ejercer la comunicación científica mejora mi trabajo como investigador y docente. Cuando tú haces una investigación estás muy concentrado en tu “esquina de la ciencia”, hacer comunicación te genera un foco más amplio, mejora tu perspectiva de tu investigación.
De ahí que, al abordar las matemáticas frente a públicos no especializados, mi principal motivación sea que las personas conecten con la adquisición de conocimiento, con algo que tenga sentido para ellos. Generar amor por el conocimiento. Que te dé sentido aprenderlo. Por esta razón, es necesario comprender que la comunicación científica no viene porque uno es así, se requiere formación. Como en cualquier disciplina, para hacer las cosas bien hay que dedicarle empeño. Una persona que es buena en matemáticas, por ejemplo, demuestra que le ha dedicado esfuerzo y tiempo. Lo mismo sucede cuando uno comunica ciencia.
Y ante la oportunidad que hoy en día existe para que los científicos en México comuniquen el conocimiento, existen propuestas que podrían incentivar más esta labor. Por ejemplo, brindar reconocimientos sobre el trabajo de comunicación de la ciencia, tal y como sucede con el desempeño docente o la gestión académica. Igualmente, es preciso indicar que no todos los científicos tienen la obligación de comunicar ciencia, pero sí puede ser posible que dentro de un grupo de investigación se distribuyan labores de comunicación.
Finalmente, es importante indicar que comunicar la ciencia no sólo es un tema de los científicos, sino que es parte de una necesidad que se exige a nivel social. Por ejemplo, hoy en día la sociedad necesita mejorar su conocimiento y lo hace a través de los centros de investigación, necesita profesionales y necesita estar más cultivada científicamente y lo hace a través de sus instituciones.
Actualmente, no tenemos tan interiorizadas a las personas que “les gusta comunicar” porque en realidad es una labor institucional que se desarrolla a través de los científicos. No obstante, si consideramos la reputación que genera la comunicación de la ciencia, permite que otras instituciones se animen a ejercerla, despierte curiosidad y el científico llegue a convertirse en un actor que refleja los valores, conocimientos y experiencia que la institución busca comunicar a sus distintos públicos.