https://doi.org/10.60647/ZMTX-NR71
Sin lugar a dudas la industria turística en México ha sido uno de los sectores económicos que contribuye de manera importante en la recepción de divisas (dólares) del país. En el año 2022 (enero-noviembre) México recibió por concepto de exportaciones no petroleras (492.5 mmd); remesas (53.1 mmd); exportaciones petroleras (36.4 mmd); Inversión Extranjera Directa (32.1 mmd); turismo (25.0 mmd) (Quiroz, 2023).
La belleza de sus cálidas playas, sitios arqueológicos, ciudades coloniales y bellezas naturales son un referente a nivel nacional e internacional, de allí su atractivo para millones de turistas de todo el mundo. En ese sentido, con el propósito de fortalecer aún más este sector desde el año 2001 se ha venido impulsando por parte de las diferentes administraciones federales el programa nacional de Pueblos Mágicos, “una estrategia para el desarrollo turístico, orientada a estructurar una oferta complementaria y diversificada hacia el interior del país, basada fundamentalmente en los atributos históricos y culturales de localidades singulares” (Segob, 2020: s/n). De acuerdo a la Real Academia de la Lengua Española, la palabra mágico(a) consiste en un adjetivo relativo a la magia, obra mágica, maravilloso, estupendo (Real Academia de la Lengua Española, 2022: s/p).
En cambio para la Secretaría de Turismo federal un pueblo mágico es:
Un sitio con símbolos y leyendas, poblados con historia que en muchos casos han sido escenario de hechos trascendentes para nuestro país, son lugares que muestran la identidad nacional en cada uno de sus rincones, con una magia que emana de sus atractivos; visitarlos es una oportunidad para descubrir el encanto de México (Secretaría de Turismo, 2020: s/p).
Hasta 2022 se contabilizaron 132 Pueblos Mágicos (ver tabla 1). En el 2023, se suman 45 nuevos según boletín informativo de la dependencia federal (Sectur, 2023), lo cual viene a consolidar desde la perspectiva de la administración federal actual el papel preponderante que tiene el turismo en México en términos económicos.
No obstante, el Programa de Pueblos Mágicos no ha estado exento de críticas: procesos creciente de gentrificación, mercantilización de símbolos e identidades culturales, desplazamiento de la comida tradicional por cocina para un turismo de altos ingresos, impactos ambientales crecientes e inequidad de los beneficios económicos. Dicho de otro modo, la denominación de Pueblos Mágicos no ha contribuido en mejorar la calidad de vida de los miembros de la comunidad y sí en cambio empresas involucradas y un pequeño sector de la población son los que se han visto beneficiados (Shaadi et al, 2017); Arévalo y Armas (2019).
Por otra parte, datos del INEGI y otras fuentes el gobierno federal han reconocido algunas problemáticas que amenazan la viabilidad de municipios que participan en dicho programa. Por ejemplo, durante el periodo 2001-2018 se destinaron recursos a los Pueblos Mágicos por $5,795,010,693.92, de los cuales 49% correspondieron a fondos federales (Segob, 2020). De estos recursos, el 99% privilegió la creación de infraestructura turística y dejó de lado o en segundo término el 1%, para innovación, capacitación y calidad de los servicios turísticos (Segob, 2020).
Asimismo, de acuerdo con el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), de las 8 variables de la pobreza multidimensional, los indicadores muestran que los habitantes de los Pueblos Mágicos presentan carencias en derechos sociales básicos en una proporción superior al promedio nacional e inclusive a su respectivo promedio estatal (Segob, 2020).
Otro dato no menor sobre los Pueblos Mágicos tiene que ver con las capacidades institucionales de sus gobiernos locales; la normatividad federal exigida a estos para incorporarse y mantenerse dentro del programa se vuelve un proceso complejo dada la falta de información turística que deben publicar las autoridades municipales. Por ejemplo, en 2018, sólo 29 de 121 Pueblos Mágicos reportaron información sobre la llegada de turistas en la plataforma DATATUR (Segob, 2020). En el mismo tenor, aún con la poca información recabada por la autoridad federal “sugiere que en 22 Pueblos Mágicos, el flujo turístico aumentó en promedio 12.8% anual, mientras que 7 registraron una disminución” (Segob, 2020: s/n.p).
Datos del INEGI señalan que en abril de 2020 se contabilizaron 4,259 establecimientos de alojamiento temporal en los municipios del programa Pueblos Mágicos, cifra que representa un incremento de 23.3% respecto de 2015, pero únicamente 10 destinos concentran el 41.4% del total de estas unidades, en tanto que en los 10 municipios de menor oferta de alojamiento temporal se ubica menos del 1% del total (Segob, 2020). Este hecho evidencia un claro desequilibrio regional turístico y desventajas e inequidades dentro de los mismos municipios que participan en el programa. Dicho con otra forma: no basta por sí solo contar con bellezas y encantos de Pueblo Mágico para el arribo de turistas nacionales e internacionales, sino que se debe complementar con capacidades organizativas, gestión de los actores turísticos de los municipios, promoción turística a nivel nacional e internacional, inversión en infraestructura de alojamiento, entre otros.
La creación de Pueblos Mágicos ha potencializado la llegada masiva de turistas que en algunos casos rompen las dinámicas tradicionales y el tejido social de dichos pueblos. Dos casos sintomáticos: Tepoztlán, Morelos y Malinalco, Estado de México, en ambos se viene presentando un proceso de gentrificación social; impactos ambientales en flora, fauna, agua, cambios en las vocaciones productivas (actividades agrícolas por servicios), especulación de tierras y cambios de uso de suelo dada la presión de sectores sociales de altos ingresos, cambios en la fisonomía de la arquitectura tradicional, y aumento de la calidad de vida derivado de los elementos antes citados. Aunado a ello se viene conformando en dichos pueblos protestas y conflictos sociales comunitarios por la invasión de tierras comunales, depredación ambiental, desabasto de agua, entre otros.
Ahora bien, vistos los Pueblos Mágicos desde la parte de la demanda, cabe decir que el perfil de los turistas es heterogéneo: de aventura o “mochilero” como se le conoce en el argot popular; el turismo de altos ingresos que busca sitios menos concurridos y disfrute de las bellezas naturales; el turismo de convenciones académicas, de negocios y esparcimiento; y el turismo masivo, este último avocado más al disfrute y esparcimiento rápido (por la premura de sus días de vacaciones), y generalmente gran parte de ellos invasivo de espacios turísticos y simbólicos de los Pueblos Mágicos. En ese sentido la masificación del turismo hacia los Pueblos Mágicos como aquellos que no lo son comprometen la sustentabilidad socio ambiental de los mismos.
Finalmente, el turismo que dirige sus preferencias hacia los Pueblos Mágicos tampoco debe ser satanizado pero sí se deben plantear o replantear aspectos que son torales para la supervivencia de estos pueblos: a) democratización de los beneficios económicos entre los diferentes sectores de la población; b) salvaguardar sitios tradicionales y simbólicos de la población. Evitar en este punto la comercialización de las identidades; c) salvaguardar de la usura y especulación inmobiliaria tierras de uso común, inmuebles y áreas naturales protegidas. Ello conllevaría a parar los procesos crecientes de gentrificación.