Cosette Estrada Rendón, Gustavo Nabú Vara Terrones y Samir Wissam Safawi Falcon
Introducción
Este trabajo de investigación aborda el problema de la automedicación como un problema de salud pública que debe atenderse para evitar mayores daños en la población derechohabiente y la población en general, porque durante la crisis del Covid-19 se incrementó la automedicación. Existe una falta de cultura hacia la atención médica, los ciudadanos se automedican de manera recurrente y durante la pandemia del Covid -19 se incrementó el uso de fármacos; así como remedios tradicionales o medicina natural contra el Covid-19 hasta en un 30 por ciento (Barros-Sevillano, 2021). Uno de los principales remedios de automedicación con secuelas negativas en la salud fue el consumo de dióxido de cloro que incluso ocasionó algunas muertes.
Chica-Londoño (2022), reconoce que, en el caso del dióxido de cloro, no hay evidencias que permitan señalar que es un medicamento contra los microorganismos. Todo lo contrario, es un compuesto tóxico e incluso mortal. Por ello, esta investigación hace una revisión de la literatura y a partir de una metodología de investigación documental, expone la problemática y los riesgos de la automedicación; para plantear la realización de campañas de sensibilización y alerta en la comunidad médica sobre este tema.
Actualmente, según una nueva encuesta de YouGov Surveys, realizada en diciembre de 2023, el 57.1% de los mexicanos dice automedicarse (Chávez, 2024). El problema de la automedicación ya existía desde antes de que ocurriera la pandemia, pero ahora este problema se ha acentuado, ya que las personas quieren creer en algún medicamento milagroso. Esta predisposición de la población a aceptar un nuevo fármaco que les alivie el problema hace que en estos tiempos cualquier información relacionada con fármacos para el COVID-19 sea delicada, (Tejeda y Medina-Neira, 2020). En el caso de la pandemia de COVID-19, la Organización Mundial de la Salud (OMS) la declaró una emergencia de salud pública de importancia internacional el 30 de enero de 2020 y la reconoció como una pandemia el 11 de marzo de 2020 ante el gran número de muertos (Sevillano, 2020). En este punto de la pandemia, ante la crisis mundial por el creciente número de personas fallecidas, la población estuvo muy influenciada por las redes sociales a la automedicación y el consumo de “productos milagro”.
En marzo de 2020, la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris) emitió una alerta para que la población evitar consumir “productos milagro”, ya que se carecía de información sobre sus productos y la capacidad de remediar los problemas derivados del Covid-19; así como publicidad exagerada y se exaltaba a los medicamentos como capaces de garantizar propiedades curativas contra este mal (Hernández, 2020).
Podemos decir que la automedicación durante la pandemia se produjo como una forma de atender la carencia de atención médica por la saturación de los hospitales, pero también por la carencia económica de muchas familias en nuestro país para atender los contagios que se producían. En general en nuestro país se carece de una cultura médica, las personas suelen utilizar medicamentos sin prescripción médica inicial, eso sucede cuando los enfermos reciben medicamentos sin ser diagnosticados por un médico. Pero también porque en las tradiciones familiares, algún fármaco pudo sanar a otras personas y se retoma esta experiencia como una razón para recomendar a otra persona esta medicina o remedio casero.
Incluso un estudio realizado en Polonia observó que durante la cuarentena aumentó la cantidad de personas que comenzaron a automedicarse pese a realizarlo antes, se ha convertido en un problema de salud pública; ya que en puede producir reacciones adversas, retraso y fallo en el diagnóstico de la enfermedad, resistencia a los antibióticos; entre otros problemas derivados. Por lo tanto, este trabajo tiene como objetivo analizar la información publicada sobre la automedicación en los artículos, libros y otras fuentes bibliográficas con el objetivo de conocer la información disponible, así como los patrones de consumo y sus características. Con ello, identificar los posibles resultados o efectos en el corto, mediano y largo plazo; para impulsar una campaña de sensibilización sobre este importante tema.
Durante mucho tiempo en el contexto histórico de la salud, las personas recurrieron a un experto de la tribu o pueblo, para obtener remedio contra alguna enfermedad. De Pablo (2011), sostiene que este contexto en los pueblos promovió el desarrollo de curanderos o médicos que promovían el autocuidado y automedicación a través de plantas y ungüentos; así como con la utilización de remedios naturales.
A este proceso de consumo de medicamentos por recomendación, sean fármacos, hiervas o remedios caseros se le denomina automedicación. Incluso podemos señalar de acuerdo con Baos (1996), que existen dos tipos de automedicación: la primera relacionada con medicamentos de venta libre, que no requiere receta médica para su compra; así como los medicamentos de uso controlado, para lo cual debe contar con receta. En este primer tipo, entra la medicina tradicional, ungüentos y todo tipo de medicinas naturales, incluyendo uso de drogas como marihuana, peyote o ayahuasca que son utilizados como medicina o con efectos sanadores. En el segundo tipo se encuentran los fármacos de uso controlado, antidepresivos, antibióticos, y recientemente clonazepam, que utilizan los jóvenes para retos producidos en las redes sociales.
Durante la pandemia del Covid-19 se incrementó la automedicación con el objetivo de curar la enfermedad o como medicinas para prevenir el Covid-19. Dentro de estas medicinas que se automedicaron durante la pandemia se encuentran las vitaminas; así como el dióxido de cloro que fue utilizado como uno de los principales medicamentos contra este padecimiento en la pandemia; incluso la Ivermectina como una medicina utilizada para matar parásitos y piojos se consumió de manera indiscriminada. Los medios de comunicación, las redes sociales e incluso las noticias impulsaron el uso de estos medicamentos sin recetas médicas y con gran desinformación (Azcarza, 2021).
También la automedicación se produce en una población adulta que padece muchos males y utiliza una serie de medicamentos de manera simultánea sin prescripción médica que la Organización Mundial de la Salud (OMS), denomina: “polifarmacia” (Carmona, 2020). En todos los casos, el consumo de medicamentos sin prescripción médica constituye un problema de salud pública. Existen varias investigaciones sobre la automedicación durante la pandemia del Covid-19, que fue reconocida por la Organización Mundial de la Salud el 11 de marzo de 2020; aunque antes, en enero del mismo año ya se había declarado una emergencia sanitaria en todo el mundo. Esto llevó a que muchas personas buscaran remedios caseros y el uso de medicinas para atender el mal; lo que propició la automedicación.
Podemos identificar al menos dos tipos de automedicación. La primera es la población de bajos recursos o poca cultura médica, esta busca obtener salud a partir de la automedicación a bajo costo o fácil acceso, la segunda población son principalmente los jóvenes, estos están consumiendo medicamentos contra enfermedades relacionadas con emociones como lo son: ansiedad, estrés, depresión. La poca cultura médica los orilló a automedicarse y aumentó las dosis para prevenir el contagio o como tratamiento, todo esto debido a la preocupación y desinformación. Además, se ha evidenciado que varios de estos fármacos poseen una baja efectividad y presentan riesgos a la salud.
Por la falta de información y por voluntad propia las personas empezaron a consumir otros fármacos no calificados como los antivirales, los antimaláricos y los corticoides, sin una anticipada consulta profesional. Asimismo, De Pablo (2011), sostiene que existen varios factores que promueven la automedicación:
-Factores Sociales, que sucede cuando existe presión por parte de un grupo o familiares para ofrecer una alternativa para la solución de problemas o enfermedades. Aunado a la falta de tiempo para acudir a una consulta médica por falta de tiempo o estar impedidos por el trabajo.
-Factores económicos, que se produce ante una falta de empleo o malas condiciones económicas que impiden pagar la consulta médica, pagar el transporte para acudir al centro de salud o viajar por las medicinas y consumir cualquier remedio casero.
-Factores culturales, que se generan ante la falta de acceso a los servicios, escasa educación sanitaria e incluso la falta de credibilidad de las empresas farmacéuticas y de los médicos.
Ante estos fenómenos, De Pablo (2011), sostiene que las personas, “utilizan los sobrantes de tratamientos anteriores, sin consultar al médico” (p. 222). También hay otras personas que, aunque se necesite la receta burlan a las farmacias o falsifican las recetas, para obtener medicamentos; mientras que otro sector usa medicinas alternativas, naturales o remedios caseros.
Lifshitz, et. al. (2020), en su estudio distinguen la automedicación y la autoprescripción como dos cosas diferentes. La primera “como elemento del autocuidado que involucra medicamentos de venta libre y la segunda como una violación a la ley de salud, pues comprender medicamentos que sólo pueden expenderse con receta” (p. 612). Esto significa que existe una confusión en el término. “La automedicación es el uso de medicamentos autorizados para emplearse sin prescripción y la autoprescripción implica una violación de la ley y exponerse a un claro riesgo por la naturaleza de los productos que se emplean” (p. 613).
Ante la problemática que significó el Covid-19, donde prevaleció la falta de medicamentos, así como la posibilidad de recibir atención médica, Lifshitz, et. al. (2020), reconocen la automedicación y la autoprescripción son prácticas cotidianas, que se utilizaron y más que satanizarlas es necesario informar a los pacientes y ciudadanos, desalentando la segunda y alentando la primera bajo ciertas reglas y con base en la educación para la salud. En la medida en que el público aprenda a manejar los productos de venta libre se podrían aprovechar sus ventajas y reducir sus inconvenientes. Por lo cual, la autoprescripción tiene todas las desventajas, excepto comercialmente para farmacias y empresas farmacéuticas no éticas, que por conveniencia la consienten y promueven; para ello es preciso fomentar la cultura médica en los pacientes explicar todos estos riesgos y evitar estas malas prácticas.
Al respecto, Gómez, et. al. (2009), realizaron un estudio en Toluca, Estado de México para determinar la frecuencia y los factores que predisponen la automedicación en la población, a través de un estudio descriptivo, observacional y prospectivo. Los resultados de la aplicación de un instrumento de recolección de datos, por medio de un cuestionario, encontraron un mayor porcentaje de automedicación en: mujeres, población adulta y sujetos con menor acceso a servicios sanitarios. Los medicamentos que más consumieron fueron: analgésicos, antibióticos y antiácidos.
Asimismo, Torres, et. al. (2022), realizaron un estudio al encuestar a 526 participantes, donde se analizó la relación y prevalencia de la automedicación. Donde se encontró que la percepción del riesgo a la covid-19 se correlacionó negativamente con las prácticas de automedicación, lo que indica que las personas que siguen las recomendaciones de cuidados preventivos tienden a reducir el uso de la automedicación y a mejorar su automedicación emocional. Además, el estudio muestra que al menos la mitad de los participantes han consumido fármacos durante la pandemia.
Estos autores, Torres, et. al. (2020), sostienen que la automedicación es un problema de salud crítico, es por ello que los programas de concientización sobre los efectos adversos de los medicamentos son necesarios, ya que pueden ayudar a reducir la automedicación.
Cuando los antibióticos se usan con demasiada frecuencia y en dosis inferiores a las recomendadas, las bacterias se vuelven resistentes a ellos y es mucho más difícil contrarrestar la enfermedad. Pueden llegar a ingerir una dosis inferior por razones como no poder pagar el tratamiento completo, no saber la dosis recomendada o cuando dejan de tener síntomas dejan de tomar el medicamento.
Por ejemplo, las autoridades del Ministerio de Salud de Perú, después de una valoración médica adecuada, recomendaron la utilización de fármacos como la azitromicina, la hidroxicloroquina, la ivermectina y el fosfato de cloroquina aunque, hasta la actualidad, no se ha confirmado que su uso tenga beneficio para reducir o eliminar los síntomas del COVID-19, posteriormente la FDA comprobó que es imposible que la hidroxicloroquina y la cloroquina sean eficaces para tratar el SARS-CoV-2 porque desencadenan efectos secundarios graves como enfermedades cardiovasculares y trastornos neuropsiquiátricos; sin embargo, estos fármacos fueron utilizados durante la emergencia sanitaria.
La ivermectina principalmente se administra a los animales para combatir los parásitos (oncocercosis y estrongiloidiasis intestinal), aunque para el tratamiento del COVID-19 se encuentra bajo investigación. También se recomendó el uso del dióxido de cloro pero la Organización Panamericana de la Salud (OPS) no recomienda el uso de dióxido de cloro ni del clorito de sodio por vía oral o parenteral en pacientes con sospecha o con diagnóstico de COVID-19 porque a Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés) ha recibido notificaciones de eventos adversos ocasionados por estos productos, como falla respiratoria por metahemoglobinemia, arritmia cardiaca a causa de la prolongación del intervalo QT, hipotensión por desequilibrio hidroelectrolíticos, insuficiencia hepática aguda, anemia hemolítica, vómitos y diarrea aguda severa.
La automedicación irresponsable puede generar problemas mayores en la salud de quienes la practican, desde agravar enfermedades hasta generar resistencia microbiana. Por lo cual es preciso generar campañas informativas para evitar la automedicación, tanto por usos lúdicos o por sus efectos psicotrópicos; como por ignorancia o carencia de servicios médicos. Podemos concluir que ninguna medicina o sustancia es inocua, algunos tienen más efectos colaterales que otros, por ello la prevención es fundamental; sobre todo en jóvenes que se han habituado a su uso posterior a la pandemia del Covid-19.